Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

18 enero 2022

EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES


“No comprendo cómo se puede pasar junto a un árbol y no ser feliz de verlo; hablar con un hombre, y no ser feliz de amarlo. Cuántas cosas hermosas hay a cada paso:.."  (El idiota’ de Dostoievski)


El crepúsculo de los dioses siempre me pareció un gran título. Hoy tiene una connotación festiva para mí. Desde que el esplendor en la hierba (ese otro gran título) pasó de largo por mi vida decidí pasar también de largo, y tracé un sendero zigzagueante e impredecible con el que ir sorteando cada dieciocho de enero. Cada año una vela más, cada año una ciudad distinta. Estambul primero, luego Milán y después: nada, el Covid. Este precioso y soleado día de invierno, lo más lejos que me he alejado de casa, sin riesgo de quedarme confinada en un hotel extranjero y no poder regresar, ha sido a la sombra de los árboles, ocaso bajo los árboles. Hablando con propiedad; el crepúsculo estaría reservado a los dioses inmortales, el ocaso seria para los sufridos mortales que envejecemos. 

Esta mañana lo primero que he hecho ha sido coger el libro de uno de mis escritores favoritos (y cuyo nombre no citaré), y lanzar la caña al azar sobre cualquiera de sus páginas para pescar de una de esas frases suyas que me dejan extasiada, cualquier pieza, sea un atunazo, un pez de profundidad o un pececillo insignificante, es un regalo para el paladar de una sirena. Casi de inmediato me ha entrado una pieza espectacular; los libros de mi escritor favorito son un caladero inagotable de frases y aforismos. Pág. 28: “Las epopeyas vienen determinadas por el escenario sobre el cual acontecen, y lo mismo ocurre con la historia más anónima y cotidiana. Casi todos pasamos por la vida sin que la Historia nos señale, pero compartirnos con algunos héroes, la pertenencia al lugar donde transcurre nuestra peripecia. Algo es algo”... No deberíamos pertenecer a un lugar. Nadie debería pertenecer y nunca nadie debería dejarse pertenecer. Sí deberíamos todos, sin embargo, encontrar nuestro lugar en el mundo.

¿Por qué no fuimos conscientes de que la juventud duraba tres cuartos de hora? Ahora ya no vale. Eran tiempos felices y vibrantes por la sencilla fórmula matemática de disponer de juventud. Era el tiempo en que eras la nube... hoy eres la gota de lluvia, ayer eras osada, hoy tienes mucho más de osa que de hada, y (sobre todo) ayer, cuando cumplías años, no pensabas ni falta que que hacía, y hoy descubres que sí, que se veía venir y no paras de darle vueltas: el tiempo es el valor supremo del mundo. 

Siempre me gusta lamentarme el día de mi cumpleaños, incluso varios días antes y otros tantos después, lo hago por sistema, sí, para olvidar, y por tratar de ser más auténtica por si acaso fuese verdad aquello de que lo auténtico sobrevive a cualquier tiempo y lugar. 

Y también por poner una sonrisa al día y sin embargo esa me la has puesto tú, mD, volviendo a los dulces y legendarios tiempos del esplendor en los blogs, cuando las palabras surfeaban las olas. Me gustaría levantar la vista, mirar por la ventana y haber vuelto a esos tiempos en los que me deleitaba escribiendo y leyendo los blogs amigos. Eran formidables, pero lo mejor, lo prodigioso de aquella época legendaria, por lo lejana y difuminada en el el tiempo, lo conservo (o ellos me conservan a mí) los amigos. Dos.







¿Dije sonrisa? Sonrisas y carcajadas sonoras... Me lo quedo. Mil gracias



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas felicidades. Espero y deseo que pases un día estupendo

David dijo...

Felicidades MD.

Luilly dijo...

Hace tiempo que leí un libro de Carmen Conde que me ha recordado este post, había tomado a su vez la cita de Solzhenitsin, para dar título a su libro
Creció espesa la yerba [...]
[...] sobre la tumba de mi juventud.
Sin embargo, me cuesta imaginarla tan nostálgica con esa bella sonrisa y esos ojos inquietos e inteligentes. He esperado el tiempo de cuarentena suficiente para felicitarla, lo haré entre tirantes, gorriones, instantes, una copa de Moet Chandon y albergando la "espencuentro" del mañana.
Feliz cumpleaños
Raskolnikov

Alphonse Zheimer dijo...

Hay algo que me confunde en el comienzo de su entrada:
“Hoy tiene una connotación festiva para mí.”
Entendería mejor la idea si hubiera un: “no”, entre “hoy” y “tiene”; reconozco que existe el peligro de que aquella sentencia del principito: “Lo esencial es invisible a los ojos” se haya hecho carne en mí, tras haber dejado, demasiado tiempo atrás el esplendor en la hierba (y otras drogas) y se me escape un sentido que vería con más neuronas y menos años.
Me gusta la disquisición que separa convenientemente el crepúsculo del ocaso; no sé si porque me gusta el final de la primera palabra y el de la segunda me recuerda una publicación morbosa o una compañía de seguros, o porque cuando recordamos un crepúsculo en particular, es porque en ese momento, estábamos como Dios.
Creo saber el nombre de ese escritor (a toro pasado soy “mu listo”) y es curiosa la circunstancia de que yo hice eso mismo, abrir un libro de mi autor de cabecera como quien consulta el I Ching, durante muuuchos años. Yo tampoco diré su nombre porque creo que es vox populi (con perdón).
“Eran tiempos felices y vibrantes por la sencilla fórmula matemática de disponer de juventud.” una verdad enorme que Jorge Drexler, en una de sus canciones, dice algo así como que, en aquel tiempo, “en los bolsillos teníamos nada más que tiempo”, ese valor supremo del que habla.
Sé que no le digo nada nuevo si confirmo que es auténtica y que cuando España vuelva a ser una potencia, Ud. seguirá lamentándose cada 18 de enero.