Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

14 noviembre 2019

Otoño en Sinaia


"La ninfa Eranz esparcía el noviembre otoñoso, los gráciles movimientos acompañaban las formas de su silueta. Bajo sus pies, una hermosa danza se escucha bajo el crepitar de las hojas marchitas, hojas áureas y rojas, decadencia de otra hermosura, otra estación que reclama su retorno. 
Eranz se acerca con sigilo, con poco ruido, pues no quiere despertar al duro y frío invierno, ni quiere que Bóreas le susurre al oído, solo quiere perpetuar el estallido de color, de igual forma que los mortales observan la lencería del alma de una diosa".

(Tan bonito comentario merece salir del anonimato)


Fui a Sinaia (Rumanía) a una boda y me encontré el Otoño. Un otoño como nunca había visto otro.
































01 octubre 2019

Laissez passer



Tallin (Estonia)






Riga (Letonia)




Vilnius (Lituania)




Franfurt


Colonia















El día de mi cumpleaños, en Estambul, pensé que este blog había llegado a su fin. Pero no era el fruto de una decisión o de un acto volitivo sino de un pensamiento más simple y trivial como es el dejar pasar las cosas (y con ellas el blog). “Laissez faire, laissez passer (me encantaba esa vieja expresión cuando era estudiante): Dejar que la vida siga su curso para que las cosas pasen.

Puede que las cosas no pasen pero el tiempo sí, y no puedes darle la espalda, a lo sumo ponerte de perfil y de puntilla y ver qué pasa. Eso es: ver qué pasa. Acaso el tiempo es el embrujo entreverado de sí mismo y haciendo acopio de propias e inauditas ilusiones querrías detenerlo (al menos unos instantes) capturando en tus retinas improntas perdidas en el infinitas posibilidades de espacio y tiempo. De este pensamiento nace mi pasión por viajar y fiel a ella sigo tan viajera como siempre. 

Recientemente he caminado por el reino de los antiguos Caballeros Teutónicos, donde la historia escrita figura con mayúsculas, he paseado por la elegante Riga y la señorial Tallin, y he admirado la sideral Catedral de Colonia, tan cerca de las estrellas y epítome de las descomunales proezas del Arte.

Así qué fácil es dejar que la vida siga su curso para que las cosas pasen.
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17 enero 2019

Delicias turcas



Contempló por un momento las luces múltiples de los barcos y su irrefrenable anhelo de viajar le estalló en el pecho como un profundo suspiro: - ¡Dios mío! ¡Qué magnífico estar en alguno de esos barcos, cruzar los mares, descubrir otras playas, ver otros mundos...!







Lloré como una magdalena viendo Bohemian Rhapsody. Más allá de su valor cinematográfico, la película me llegó. Creo que antes de estrenarla tuvo malas críticas, los sesudos críticos también se equivocan porque a la gente le encanta la película y ha causado mucho impacto. Soy una gran fan de Freddy Mercury, tenía tanto talento… Son genios que nacen con un talento que les desborda, no saben cómo manejarlo y al final se convierten en grandes solitarios. Pero ¿quién es capaz de no ser como es y de no sentir lo que siente? Hoy leía unas palabras de Bruce Springteen, otro (posiblemente) gran solitario, que decía: “He llegado a una edad en que la vida deja de brindarte cosas; ahora te las arrebata” En otro momento no habría dado mayor importancia a esa frase pero, próxima a cuplir años, me hace pensar: ¿Cuándo llega esa edad? Siempre pendientes del tenue hilo del azar, un día eres joven y al siguiente te miras al espejo y… Qué duda cabe, el tiempo es el gran oxidador de la existencia. Con los años nos convertimos en personas diferentes a las que creíamos ser y levantamos un muro invisible para que no nos hagan daño, o tal vez para intentar preservar aquello que un día nos inundó de luz y alegría, antes de que el tiempo lo disuelva del todo. 

Verano, una tarde de esas que parece no haber aire, el mar; unos nubarrones negros, como grandes bajeles del cielo, y sobre ellos una pequeña nube blanca con forma de flecha, un trazo en el cielo que parece indicar una dirección. La evolución de esa nube en el firmamento, rápida y precisa, en flecha, me hizo pensar que la vida es ir en alguna dirección y deseé que mi próxima dirección fuese Estabul. No tengo la sabiduría suficiente para comprender esa extraña (y excéntrica) asociación de ideas. Desde ese momento he querido ir allí, a respirar su luz; todo ese paisaje ante mí y maravillarme contemplando el peso y el paso de los años, reflejados en su Historia.

Un año, doce meses, sólo es una medida de tiempo, como podría ser otra medida cualquiera o llamarse con otro nombre. Me gustaría que un año fueran 365 meses y no doce, así tardaríamos mucho en hacernos mayores, y se atrasaría ese momento en el que la vida te empieza a arrebatar cosas. Cuando las hojas del calendario marquen el 18 de enero, me gustaría estar en el remoto Bizancio, antigua Constantinopla, nombres desvaídos de una ciudad donde complejas y sofisticadas cultura dejaron el legado de su poso en todo, navegar por el Bósforo, el lugar en el que sobrenada anclada la vida que han vertido los siglos, y cumplir un año más con los ojos ávidos de una niña que lo mira todo nuevo.