Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

16 junio 2017

Siempre me quedará volver a París



Cuenta Juan Eslava Galán en su libro Historia de España que cuando Alfonso XIII se marchó al exilio, embarcando en Cartagena rumbo a Marsella, se debió sentir deprimido y solo, porque antes de desembarcar “en el muelle de la Jolliete confió su desencanto al comandante porque con los tempranos horarios franceses ya habrían cerrado las casas de putas”. Me parece una anécdota brutal, jeje. En Francia no acabaron con las monarquías mediante las urnas sino con una revolución que acuñó la frase más bonita de la Historia, a la par que utópica: Libertad, igualdad y fraternidad. Una vez me preguntaron cuál era mi acontecimiento histórico favorito, no tuve que pensar y contesté con un convencimiento que pocas veces he tenido: la Revolución Francesa. Será que, como Antonio Machado, llevo en mis venas sangre jacobina, no me imagino en la corte del Rey Sol y sí tomando la Bastilla al grito de libertad, igualdad y fraternidad, aunque al final todo desbarrancase, pese a que su sustento ideológico fuese un pensamiento tan elevado como el de la Ilustración.

París era una asignatura pendiente, un proyecto siempre aplazado hasta esta primavera que decidí no dejar pasar más tiempo. A París se llega volando en menos de dos horas, pero yo puedo decir que también llegué corriendo: Ocho de junio, vuelo Valencia París a las 12.35, me dispongo a facturar la maleta (odio llevar equipaje de cabina) en el mostrador de Transavia, me piden el DNI y me dicen que no puedo viajar, que tengo el DNI caducado.

-Oh, por Dios, no puede ser ¿Cuánto tiempo está caducado? ¿Qué puedo hacer?

-Lo tiene caducado desde el 18 de abril… ¿Lleva el pasaporte?

-No, me lo he dejado en casa, en Murcia. ¿Qué puedo hacer? (insisto)

Respuesta de la empleada: Sólo puede hacer una cosa: Renovarse el DNI. Me quedo mirándola, con estupor ante la obviedad de la respuesta y me pregunto si me lo dice con ironía, pero añade: Aquí, cerca del aeropuerto hay un pueblo, Quart de Poblet, que tiene una comisaría de policía donde podría renovarse el DNI. No sería el primer caso pero tiene que darse prisa, el embarque es en 35 minutos. 

La misión se torna imposible pero decido intentarlo, nunca he corrido más en mi vida: Un taxi me lleva a la comisaría de Quart, ¡me hago la foto que necesito para renovar el DNI en un estudio del pueblo!, vuelvo a la comisaría con la foto, renuevo el DNI con toda su parafernalia (huella dactilar etc.), regreso al aeropuerto, facturo la maleta justo cuando cierran el mostrador, paso el control de policía (es lento porque delante de mi va un individuo de raza árabe al que le hacen abrir la maleta y lo registran de arriba abajo), y… consigo subir al avión. No me lo puedo creer, debería escribir al libro Guiness para comunicar mi record. Está claro que el destino marca las casualidades, sus secuencias y consecuencias dan vida a una acción. Estaba escrito que tenía que subir a ese avión y volar a París.




Me encantó visitar la Plaza de los Vosgos, donde nació Richelieu, la misma en la que está una de las casas en las que vivió Víctor Hugo. El escritor era un ídolo de masas en Francia, uno de esos personajes que en vida tienen una calle con su nombre, y se da la paradoja de que el escritor vivió en su propia calle y recibía las cartas con el siguiente membrete:
Monsieur Víctor Hugo
Rue de Víctor Hugo
París 



Me encantó estar frente a la tumba de Voltaire (en el Panteón) y ver la cómica sombra de su estatua 




Me encantaron las gárgolas de Notre Dame, que por lo demás considero una catedral sobrevalorada, con sus dos torres desmochadas a medio acabar. Las he visto mucho más hermosas. 




Me encantó el Art Noveau francés







y estar en tantos lugares que rezumaban historia y Arte













Y la Saint Chapelle con sus vidrieras prodigiosas






Y algunas obras de Arte que alberga el Petit Palais









Me encantó la inscripción con grandes letras doradas en un museo de Trocadero: En estos muros dedicados a las maravillas se acogen y conservan las obras de la mano prodigiosa del artista igual y rival del pensamiento. Uno no es nada sin el otro”




Me encantó la brisa de junio saludando el atardecer sobre la Torre Eiffel.







Me encantó el encanto de París. Pocas cosas como París en primavera y la luz que la envuelve.

Londres, Berlín, Amsterdam, Roma… sí, pero no. París se ve, se siente y hasta se respira.

Siempre me quedará (volver) a París



05 junio 2017

El feliz flechazo del instante


“Ojalá te encuentre por aquí, en alguna calle del sueño. Es una gran alegría ésta de aprisionarte con mis párpados al dormir.” 

 Jaime Sabines




Creo que lo que brilla en las personas es la capacidad de emocionarse por la belleza de las cosas que ha visto, aunque como diga Platón, de la realidad sólo veamos las sombras. Inicié este blog para ponerle palabras al pensamiento, acaso a los sueños, pero sobre todo para intentar que todos los días de mi vida existiese un instante de belleza: un instante para pensar en ella, para disfrutarla o simplemente admirarla; para discurrir por ese laberinto que no es de la razón sino de la estética, para destilar sus destellos, para sonreír, para sentir esa extraña satisfacción que justifica la maravillosa teoría de que la belleza, siempre insólita y hermosa, es lo más bonito que hemos visto en mucho tiempo. 

Dentro de poco harán cinco años y creo que el propósito que da nombre al blog es lo que ha dado continuidad. Soy consciente de que no habré escrito un sólo párrafo que valga la pena (como lo hacía en aquella isla solitaria, y perdón por la inmodestia) pero de lo que estoy segura es que siempre han existido esos pequeños y fascinante lujos que perseguía, esos instantes: ya sea una imagen, una poesía, un texto, la belleza del Arte, un paisaje, las nubes, un gorrioncillo… 

Mi moral sigue invicta: no es superstición, es poesía.