Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

13 noviembre 2021

El protagonista invisible






“Yo he procurado vivir siempre con la prisa relativa de llegar a la estación a tiempo de perder el tren” (José Luis Alvite)


“Reconozco que de un tiempo a esta parte he cambiado de actitud ante la vida y ya no considero importante hacer cosas pensando en que algún día pueda recordarlas. Supongo que eso me ocurre porque estoy en una edad complicada en la que las cosas que antes me causaban remordimientos, me producen ahora gases…” 

De esta forma vitriólica describe Alvite el hacerse viejo, y se agradece la ironía. La verdad es que si la mayoría de los mortales repasásemos lo vivido llegaríamos a la conclusión de que casi siempre hemos sido actores secundarios, forzosos y abnegados, y descubriremos que es algo descorazonador por muy buen papel que nos haya tocado en suerte. Tampoco sabremos cómo lo hemos hecho, si lo bordamos y merecemos un Goya (mejor aún: un Oscar) al mejor actor de reparto, o si rozamos el ridículo con una interpretación en exceso histriónica. 

    Hoy ha hecho un precioso y soleado día de otoño, pero ahora llueve suavemente. Bajo la claridad de la lámpara las ideas son como sombras, resulta fácil escribir y encontrar palabras para describir los pensamientos. La escritura trata mucho del deseo -porque la vida es deseo-, y de la muerte, aunque no hable de ella. 

    Cuando se llega a la edad a la que Alvite llama eufemísticamente “edad complicada”, sería un buen momento para cambiar de papel, ya no vas a tener mucho tiempo ni vas a tener otra vida. A esa edad, marcada por los estragos del tiempo, ya no es importante hacer cosas para el recuerdo ni construir futuros recuerdos que ya son pasado o que en su momento constituían un deber moral o un compromiso inexcusable. Lo interesante sería cambiar de registro y hacer de protagonista. Algo repentino puede pasar al llegar a la edad complicada, acaso abrazarse a uno mismo y regalarse un ahora, ese ahora que perdimos porque llegamos a la a estación con prisa relativa, pero demasiado tarde; el ahora de un pretexto para ensartar el viaje que no se hizo y no ir aún como los toros a las tablas, a recapitular vida. La vida que se dejó no fue por gusto sino por la premura de hacer de hacer dignamente el papel de secundarios.
 
    A esa edad, ya no hay objetivos que puedan ser o parecer preceptivos. Ahora o nunca hay que dar vida al protagonista, invisible por ser un viejo conocido nuevo y extraño, un protagonista desapercibido, Con total seguridad no abriría la puerta de los sueños, o las de Hollywood ni nos convertiría en estrellas, pero nos daría alas y una órbita propia. La órbita de rotación sobre el pequeño e ignoto planeta del yo, un mundo solamente nuestro. Al final seríamos como el Principito, que tiene un planeta pequeño, con solo tres volcanes (dos de ellos activos y uno no) y una rosa. 

 -¿Para qué quieres habitar a tu edad tu propio planeta, no es un poco tarde? preguntaría el pequeño príncipe con su lógica cartesiana.

 -Para nada, sólo es una estrella sin rumbo, un planeta pequeño, como el tuyo, con mucho por hacer y con solo tres cosas: papel, un lápiz y un espejo. 

Y el principito, que es un niño muy preguntón (como bien sabe todo el que ha leído el Principito) volvería a preguntar: 

-¿Para qué necesitas esas tres cosas? 

-Para nada y para todo, el papel y lápiz para reescribir la historia que quiero protagonizar, y el espejo para ver si el prota es una cara conocida o es el rostro desvaído de alguien extraño, una sombra inquieta con la estela de todo lo no vivido. 

Aplausos, plas plas plas, se baja el telón y los artistas saludan desde el escenario. Ha parado de llover y aún es temprano, pero tengo sueño y a la vez no tengo sueño, a lo mejor es cosa de estar en una edad complicada. A otros le produce gases jeje. Ya me lo decías esta mañana en relación con ese viejo Seat- 600, que podría haber sido de mi padre: A veces se tiende a asociar posibles casi imposibles. 


PD. Gracias por tenerme en tu vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde el misticismo siempre se ha dicho que la vida sólo es un instante entre dos eternidades. Pero uno, que no anda muy en contacto con la divininidad, cree que la vida sólo es un instante entre la nada. Por ello, intentaré no lamentarme por lo no vivido o mal vivido (aunque con cierta frecuencia lo suelo hacer), ni tampoco haré planes para mañana.El tiempo solamente es hoy(ahora) y quiero, solo o acompañado, alcanzar la intensidad que sólo se encuentra en cada instante de la inconsciencia prohibida por gente que se cree perfecta.

P.D. estic segur que qui et tinga a la seua vida serà per això una persona afortunada i si jo et puc seguir llegint per aquí, també ho seré.

Max B. Estrella dijo...

Hay en la adolescencia, un momento en que sabemos que ha llegado la hora, lo malo es que no sabemos de qué. Lo Que el Sr. Alvite llama: vida complicada, para mí no lo es tanto; es verdad todo lo que rodea a su percepción de ser unos secundarios; hay que tener vocación de ser protagonista para los papeles estelares. El ego es una carga que se aligera cuando comprendemos que no estamos hechos para los aplausos; que ese muchacho: Starring, que trabaja en todas las pelis es un completo desconocido al que damos forma con nuestros papelitos de morondanga.
Celebro que haya llegado a la misma conclusión que todos los que han aprovechado el tiempo entre bambalinas para tener por fin un oficio sólido y claro el guión. Me encanta asimismo que haya vuelto a escena porque verla actuar (escribir) es sentirse menos solo; comprender que hay una escuela de actores a la que asistimos sin ser conscientes, pero podemos identificar las técnicas.
Tiene un ramo de flores en su camerino.

Luilly dijo...

He de reconocer que me provoca cierta satisfacción leer lo que escribe, a la vez, que genera en mí cierta inquietud emocional. Quizás sea mi falta de reflexión, o que no padezco el síndrome de aquel personaje de Borges, “Funes el memorioso”, cuando dijo aquello: “Más recuerdos tengo yo solo que, los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo".
¿Somos propietarios de nuestros recuerdos o hurtamos inconscientemente el recuerdo de los demás? Aquellos niños de la guerra del 37, que se subieron a aquel carguero francés, con recuerdos a olor a hulla unos y a patatas otros, en la oscuridad, lloviznando como era costumbre en Gijón, y que, de alguna forma todos recuerdan el extraño nombre del barco “Deriguerina”, y cierta relación entre sus dolorosos testimonios, ¿No nos habla de una memoria colectiva?
Dicho esto, ¿no es más inteligente ser un actor secundario, como ha hecho Pesci o Keytel, participar en la variedad de títulos, descargar la responsabilidad en “otros” a sabiendas de la presión de los “códigos Hays” y seguir regando nuestra rosa en aquel planeta llamado B612, cuya lectura permanece a la siniestra de mi cama, intentando nunca llegar al fin?

lobezno dijo...

¡Feliz Navidad MD!