Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

11 febrero 2013

Amigo mío





Salgo a la calle. Me dispongo a apreciar todo lo bello que me rodea; a ser portadora de mi presente absoluto. Una ráfaga de aire me envuelve en el aroma del perfume que me acabo de poner. Huele de maravilla. Respiro hondo y miro al cielo. Siento todo el cielo sobre mí, suspiro. Voy andando, puedo andar, puedo oler, puedo mirar al cielo y me dirijo a casa de mi madre a pasar un rato con ella. Evoco una canción de mi adolescencia ",,,la tarde sobre mi madre", mi madre vive, todavía está con nosotros. Mi padre no, se marchó esta Navidad, una fría y soleada mañana. Pero tengo a mi anciana madre, niña y reina de un mundo de placidez. Ingenua, generosa y reconfortante. Y entonces pienso que tengo que estar bien, tengo que sentirme bien. Lo que hace que nos sintamos mal somos nosotros, el daño lo provocamos nosotros, acaso sin darnos cuenta, cuando nos empeñamos en ahondar en el pasado rememorando lo que más nos hiere. ¿Por qué no darse una tregua o mejor por qué no abandonamos para siempre esa actitud?

Me apetece hablar con él. Lo llamo por el móvil. Qué maravilla poder conectar de inmediato. El entendimiento y la complicidad son una constante. Le cuento mis pensamientos. Le hablo de mi boba mirada fijada en el cielo y ese olor maravilloso que respiro. Quiero saber de él. Me habla de sus cosas, del libro, del litio, de sus anécdotas… No haremos historia pero todo lo que me cuenta me importa. Pienso en lo mucho que me gusta hablar con Gropius. Su cercanía en la distancia. Él pone palabras al esbozo de mis ideas con la minuciosidad de un cirujano. Capta de inmediato lo que quiero expresar y encuentra los términos con tal lucidez que le da un carácter trascendental. Y cuando lo escucho reír y me hace reír pienso que esa risa es el sendero del mundo. De mi mundo.
Los oasis siempre están en medio de los desiertos.

08 febrero 2013

Quizás


Quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza, donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás. Sí, eso es, un siempre en el jamás. A partir de ahora buscaré los siempre en los jamases. La belleza en este mundo.  (“La elegancia del erizo”)