Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

19 septiembre 2018




Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.


Ya sabemos que el viaje es más importante que el destino, pero en este caso no vale la metáfora, cualquier cosa que ocurra en el transcurso de once horas en un avión de Madrid a San José de Costa Rica (el camino es largo sin necesidad de pedirlo) sólo puede ser anecdótico: lo importante es el destino. A los lestrigones los localicé cuando salí a (intentar) pescar en el Pacífico. Nunca había visto tanta vida sobre la superficie del mar: peces voladores, peces vela, tortugas solitarias, otras apareándose de forma delirante (lo hacen durante más de veinte horas), y las temidas y repulsivas serpientes marinas a las que identifico con los temibles lestrigones del poema. No existen bichos más espeluznantes, menos mal que el salvaje Poseidón tuvo el detalle de estar tranquilo, posiblemente adormecido por la tibieza de las sorprendentemente cálidas aguas del océano. No conseguí ver ningún Cíclope, pero sí algunos pajarracos de aspecto prehistórico. 
El pobre infeliz se debió asustar (y aún más) que yo al oír mis gritos cuando cometió la osadía de acercarse al barco. 



Conocer otros lugares, culturas muy ricas y otras formas de vida te ensanchan el horizonte y dejas de pensar que eres el ombligo del mundo. También sé que los viajes son para hacerlos, no para contarlos, que la vida es para vivirla no para esperarla, que trasladar emociones al papel en cierto sentido supone desprenderse de ellas, pero a pesar de estas sesudas conclusiones, me dispongo a contar mis primeras impresiones y experiencias: las ventanas mentales, visuales y psicológicas que Costa Rica me ha abierto
Le comento a un amigo que los recuerdos de mis viajes permanecen impolutos y lo que vi nunca se borró de mis retinas a lo que me responde preguntándome si acaso será que los alojamos en otra parte de la memoria a mejor resguardo. Creo que tiene razón, acaso los alojamos en el lugar en el que conservamos esa bondadosa mirada infantil libre de prejuicios, esa preciosa sensación de infancia de creer que el mundo es un lugar mejor, porque diga lo que diga el poema, a los lestrigones, los cíclopes y al temible Poseidón todos los llevamos dentro.