Cuando emprendas tu viaje a
Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de
experiencias.
No temas a los lestrigones ni a
los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en
tu camino,
si tu pensar es elevado, si
selecta
es la emoción que toca tu
espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los
cíclopes
ni al salvaje Poseidón
encontrarás,
si no los llevas dentro de tu
alma,
si no los yergue tu alma ante
ti.
…
Ya sabemos que el viaje es más importante que el destino, pero
en este caso no vale la metáfora, cualquier cosa que ocurra en el transcurso de
once horas en un avión de Madrid a San José de Costa Rica (el camino es largo
sin necesidad de pedirlo) sólo puede ser anecdótico: lo importante es el
destino. A los lestrigones los localicé cuando salí a (intentar) pescar en el
Pacífico. Nunca había visto tanta vida sobre la superficie del mar: peces
voladores, peces vela, tortugas solitarias, otras apareándose de forma
delirante (lo hacen durante más de veinte horas), y las temidas y repulsivas serpientes
marinas a las que identifico con los temibles lestrigones del poema. No existen
bichos más espeluznantes, menos mal que el salvaje Poseidón tuvo el detalle de
estar tranquilo, posiblemente adormecido por la tibieza de las sorprendentemente cálidas aguas
del océano. No conseguí ver ningún Cíclope, pero sí algunos pajarracos de
aspecto prehistórico.
El pobre infeliz se debió asustar (y aún más) que yo al
oír mis gritos cuando cometió la osadía de acercarse al barco.
Conocer otros lugares, culturas muy ricas y otras formas de vida
te ensanchan el horizonte y dejas de pensar que eres el ombligo del mundo.
También sé que los viajes son para hacerlos, no para contarlos, que la vida es
para vivirla no para esperarla, que trasladar emociones al papel en cierto
sentido supone desprenderse de ellas, pero a pesar de estas sesudas conclusiones,
me dispongo a contar mis primeras impresiones y experiencias: las ventanas mentales,
visuales y psicológicas que Costa Rica me ha abierto
Le comento a un amigo que los recuerdos de mis viajes permanecen
impolutos y lo que vi nunca se borró de mis retinas a lo que me responde preguntándome
si acaso será que los alojamos en otra parte de la memoria a mejor resguardo.
Creo que tiene razón, acaso los alojamos en el lugar en el que conservamos esa
bondadosa mirada infantil libre de prejuicios, esa preciosa sensación de
infancia de creer que el mundo es un lugar mejor, porque diga lo que diga el
poema, a los lestrigones, los cíclopes y al temible Poseidón todos los llevamos
dentro.