Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

10 agosto 2018

El kilómetro sentimental



“Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces...Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.”
Juan Rulfo (Pedro Páramo)



"Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar" ¡Qué gran frase! En última instancia, y desde una perspectiva puramente matemática, ese nosotros significa que somos más de uno, contra nuestro pesar. Nuestro "nosotros" lo conforman sólo aquellos a quien sentimos cercanos (y queremos), aunque estén a cientos de kilométros. ¿Por qué pienso en ello, mientras veo la sección de sucesos de un informativo de televisión?

Recuerdo bien aquel domingo. Como tantos otros, tras pasar la tarde con mi madre y caer la noche, acompañé a mi hermana a pasear a sus dos perros. Los llevamos a un enorme jardín, poblado de hermosos árboles y palmeras esbeltas, y frecuentado por numerosos perros con sus respectivos paseadores. Mi hermana siempre se hacía cargo del más grande y fuerte y yo del otro que también es fuerte pero está ciego. Me resulta difícil conducirlo porque aunque lo llevo atado corto a la correa, el perro no ve nada y si lo dejo ir a su aire tropieza con todo. Me distraje un momento mirando las copas de los árboles, cuando el perro olisqueó a otro perro que pasaba cerca y, repentinamente, se lanzó hacia él, no pude sujetarlo y se dio una piña tremenda en la cara contra un árbol que sonó hueco. El corazón me dio un vuelco, pocas veces he sentido más compasión. Una compasión impregnada en mi memoria de tal modo que cuando recuerdo aquel golpe seco y los aullidos de dolor del perro se me saltan las lágrimas.

Uno de los grandes misterios del corazón humano reside en los mecanismos de la compasión. Diariamente el televisor escupe tragedias que empequeñecen a la imaginación, desgracias que derretirían el infierno; y solemos observarlas con la cómoda frialdad del psicópata, raramente un suceso o imagen consiguen rescatarnos de la indiferencia. Algunos lo llaman "kilómetro sentimental", teorizan que sólo sentimos empatía hacía aquello que sentimos cercano, sólo compadecemos a las víctimas que podemos identificar con un "nosotros" en contraposición con un "ellos". Hay una visión incluso más pesimista: mientras una tragedia cualquiera (individual o colectiva) no nos ataña y nos sintamos seguros, nuestra pena siempre será efímera e insincera. Entonces yo me pregunto: ¿De dónde surge esa anestesia despiadada que nos inmuniza ante el dolor del mundo y, en cambio, no es capaz de insensibilizarnos ante algunos hechos triviales? ¿Qué es esa fuerza emocional (que no racional) que consigue provocar terremotos sentimentales a partir de sucesos anecdóticos y se desentiende de los sustanciales?

¿Por qué no hay guerra, o catástrofe que consiga conmoverme como la imagen del coscorrón de un perrito ciego?