Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

18 enero 2021

UN FRÍO 18 DE ENERO

 


“Cuando vuelvo la vista atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona capaz de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de derramarla en un círculo muy íntimo.

(“Nada”. Carmen Laforet)

 





El mundo es un libro, y aquellos que no viajan sólo leen una página, sentenciaba San Agustín. Yo tenía el propósito que hacer varios viajes todos los años (cuantos más mejor) y sobre todo celebrar cada 18 de enero en una hermosa ciudad del mundo. Primero fue Estambul y hace un año, tal día como hoy, fue Milán. Por entonces se pensaba que el Covid era algo exclusivo de la China, que le había tocado la ídem por comer animales exóticos y que solo afectaría a ese inmenso y lejano país. Hoy sabemos que en aquellas precisas fechas el virus había viajado de incógnito desde Bujan y se esparcía sigilosamente por todo el mundo, siendo Milán uno de los primeros lugares en aterrizar. Ajena a todo aquello, aquél 18 de enero, en Milán, yo me sentía feliz al olvidar la progresiva y aplastante sensación de envejecer en la que inevitablemente te sumerges en cada cumpleaños a partir de los cuarenta (¿verdad Lobezno?) o desde el momento en que comprendes que la vida es un tesoro almacenado que no deja de crecer y expandirse inversamente a su fecha de caducidad.

Si la búsqueda de la belleza hace del mundo nuestro hogar, yo encontré ese hogar esa fría mañana en Milán, con los primeros rayos de sol, caminando sobre las piedras milenarias de la azotea del Duomo, absorta en la inmensa belleza del colosal espectáculo del bosque de pináculos erguidos sobre la ciudad, cortando el aire como flechas en el cielo. Acaso Leonardo, inspirado en aquel lugar escribiera la famosa frase: fija tu rumbo a una estrella y podrás navegar a través de cualquier tormenta. Sólo un año después, viajar por placer es poner rumbo a ninguna parte contra las olas de una tormenta que golpea al mundo y se complace en borrar del mapa cualquier destino. ¿Quién nos iba a decir que nuestras indescriptibles vidas darían un vuelco así? ¿Quién nos iba a decir que nuestra inmensa suerte sería esquivar un virus mortal? Esas preguntas y otras que no tienen respuesta son las que trazan las fronteras de nuestra existencia.  

Porque vivir es un acontecimiento maravilloso, hoy he de celebrar un año más, lo celebro con un brillo de orgullo y fragilidad en los ojos, lo celebro con el imprescindible frío del champagne y con el calor de los recuerdos de otros cumpleaños. Lo celebro pensando en la gente que quise, que quiero y que me quiere. 

Y sobre todo lo celebro con un nuevo propósito para el resto de mi vida: vivir más despacio y responder a Luis Cernuda cuando preguntaba. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un día?