Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

01 marzo 2015

Hija del viento y la lluvia









El viento rabioso del noroeste azota árboles y casas; corre a través de los gigantescos pasillos entre los montes gris azulado que animan apenas el horizonte de esta tierra semidesértica. El aire corre hacia el mar, despejando la humedad del ambiente y trayendo el seco frescor del interior. Dando tumbos entre las ráfagas violentas, se mueven las primeras noticias de la primavera próxima, ese tiempo confuso y alterado que fragua, poco a poco, la mullida delicia del buen tiempo. Mediado ya el invierno, El sudeste español se prepara entre espasmos para un nuevo resurgir de su naturaleza precoz; el frío de baja entidad y alta penetración por su composición húmeda, hace más daño a los huesos que a la piel, mientras que la luz intensa, atempera esa sombría idea del invierno que todos tenemos. 

Las lluvias del invierno, aunque escasas, disparan la urgencia de millones de semillas invisibles diseminadas en el suelo reseco. Estas hierbas modestas y tenaces, tras una larga espera impuesta por la sequía, aprovechan la primera ocasión para tapizar de verde el suelo pelado. Crecen vertiginosamente, como si fueran conscientes de un retraso en el reloj natural; de haberse saltado varias estaciones. 

Las flores silvestres, como un conjuro, invocan a las abejas, y estas, a los abejarucos que volarán desde África para predar sobre ellas. Cada fenómeno se encadena a otros en una sucesión imparable a la que comúnmente llamamos: vida; y esta, bajo tierra, se afana forjando las nuevas criaturas que liberará cuando el termostato biológico dé la señal, el pistoletazo de partida al asombroso maratón de ejércitos de insectos corriendo hacia el final del verano siguiente. Alterará la estación de las flores todo a su paso, vestimentas, temperamentos y paisajes; desatará campañas comerciales y fiscales; inaugurará la temporada de los ritos paganos de siempre, con retoques culturales puntuales.

Anunciará la liviandad de las costumbres, la vacuidad de los entretenimientos y una sensible merma en la calidad de las manifestaciones artísticas más promocionadas. Hija del viento y la lluvia, la primavera prende flores y hojas nuevas en los árboles desnudos; llagas en el ánimo de ciclotímicos y bipolares, y color, el vibrante color de un nuevo ciclo reinventando lo eterno.

Abel Granda




Este texto es un regalo de cumpleaños. Belleza y descripción inmejorablemente expresadas. Al hacerlo público deja de ser placer de mi exclusiva incumbencia, deja de estarme reservado y pasa a darle sentido al título de este blog. Mil gracias, Abel
También me entusiasma la fotografía, que parece un pintura, podría ser una mujer contemplando la llegada de la primavera… Me encanta por su armonía, por su delicadeza, por sus connotaciones clásicas, por su poesía, por su composición, por el ensimismamiento de contemplar a la que contempla y sobre todo porque me transmite su ensimismamiento y su calma o será simplemente porque me identifico con ella.




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