A
pesar de no habernos visto nunca, ni haber intimado, nos conocíamos muy bien. Ese
pequeño detalle era imprescindible para aceptar con naturalidad que hubiésemos
llegado a ser capaces de hacer aquello: Casarnos por poderes. Nuestro
matrimonio era el fruto de una relación virtual, siempre en la distancia. Esa
mañana, su llegada sorpresiva e inminente, sin más ceremonial, iba a convertir
nuestro primer encuentro en el comienzo de una vida juntos. Ya no le daría la
espalda a otro día ni me metería en la cama otra noche sin él.
Me
afanaba en acondicionar la antigua casa familiar de veraneo, en La Ribera, para
que fuese nuestro hogar, como si el futuro tan sólo dependiese de aquello, pero
cuanto más me esforzaba tratando de darle un aspecto acogedor más se me resistía.
Obsesionada, abría las puertas en vano para volver a cerrarlas de inmediato;
todas las habitaciones estaban sucias, desordenadas, llenas de polvo y de
cachivaches... ¡Esto puede ser causa de divorcio! ¡Y Él es un maniático del
orden! me decía impotente y apesadumbrada. De repente apareció a mi lado,
guapísimo, con un aura de irrealidad casi fantasmal, aunque un poco descolorido
(difuminado entre el blanco y negro y el sepia) pero más joven que nunca. Yo,
en cambio, ofuscada en el arreglo de la casa (y para mi mortificación) me
había olvidado de mí misma y estaba impresentable, desaliñada, completamente
opaca y ajada. Pero él apenas reparó en mí y sin pronunciar palabra comenzó a
supervisar la vivienda. Emocionada ante su presencia, esperaba ansiosa que
dijese cualquier cosa, algo, lo que fuese.
-´"Puto
polvo”,
dijo al fin tras largo silencio, haciendo un obsceno y gracioso ademán con el
dedo índice para mostrarme las partículas de polvo que acababan de adherirse a
él tras deslizarlo por el respaldo de una silla. Había pasado por alto mi
deplorable aspecto, mi indumentaria, mi desaliño… ¿Superficial, despistado,
condescendiente, enamoradoooo…? Calibré las diferentes posibilidades y aún
cabía la mejor: Que no se marchase…. ¿Seríamos felices? No lo sé, justo ahí
finalizó el sueño. Entre divertida y estupefacta, lo he recordado nada más
despertarme. No tanto por tratarse de la primera vez en mi vida que sueño con mi
boda (vive Dios que a boda extravagante no me gana nadie), sino por quien resultó
ser mi marido: ¡My Darling, el Lobezno!
En
el siguiente sueño me estaba mirando al espejo. Acabada de descubrir que mi
dentadura guardaba un asombroso parecido con la de Esteve Bucesmi, el
protagonista de la serie "Boardwalk Empire". Como todo es
susceptible de empeorar, pronto comencé a notar que mis piezas dentales se iban
aflojando; primero las muelas, acto seguido los dientes, hasta desprenderse de
las encías, sin que pudiese hacer nada para evitarlo más que escupirlas y
conservarlas sobre la palma de mis manos. Dientes y muelas con formas extrañas
y tamaño infantil. Alguien que se hacía pasar por dentista me comunicó que no
me las podrían reimplantar pero, con suerte, me fabricarían con ellas una
dentadura postiza. ¡Basta ya de pesadillaaaaaaaaaal! Justo ahí me
desperté. Por si acaso, comencé a hacer un movimiento reflejo de masticación y
repasé con la lengua cada molar… ¡Uffffffffffffff qué bien! Los conservo todos.
Mis dientes siguen en su sitio. ¡Y son bonitos, joder!
Hacía
tiempo que no recordaba lo soñado con tanta nitidez
…Será mejor no buscar interpretaciones, los sueños no son metáforas; no creo en
ellos ni considero que deban ser abordados desde una perspectiva racional…Será porque nunca les falta ni les sobra nada
…Será que jamás dejará de obsesionarme el paso del tiempo
…Será porque me fascina la serie Boardwalk Empire y amo a su protagonista (aunque el personaje de Tony Soprano siempre será insuperable)
...Será que "Boardwalk Empire" no es una de esas series pretenciosas y pedantes como ¡Mad men! (majestuoso envoltorio, preciosa ambientación pero con poca chica) … Será.
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