Me encantó que a ti también te gustaran los pobres y maravillosos
gorriones, que no hacen mal a nadie y aparentan no ver las villanías;
ocultándolas con las graciosas y ligeras criaturas que son, contrapunto a tanta
animalidad andante que vulgaridad sin pausa. No hay mas que verlos dar sus
maravillosos e infantiles brincos, y el pequeño trino de que son capaces, para
comprender que tampoco son de este mundo, sino del bueno que ha de haber en
alguna parte por discernir; quizá acercado sólo con verles el plumaje y la
inoperatividad latente de su extraña alegría, capaz de convertir la sombra de
tristeza más profunda en la paradoja de una alegre melancolía. Ya sabemos quién
los ha diseñado para ser tan completos, y cómo sus saltitos, en la dura costra
de la tierra, insuflan la infancia en el corazón, en poderosa mezcla de pena
con la alegría... de expolsiva belleza que oculta lo sencillo para ocupar su hueco sin estridencias.
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