El mundo está lleno de gente solitaria que no da el primer paso.
No sé dónde lo he leído o escuchado, pero esta tarde, una tarde de reencuentro, me ha hecho pensar. Pensar que el miedo y la soledad se relacionan de manera íntima. Los días llenos de ausencia engendran fantasmas, temores espectrales que se infiltran en la vida hasta detenerla. Entonces todo se reduce a no salir de ese refugio que has construido sobre las ruinas de ti mismo, en el que nunca te sientes perdido porque no tienes adonde ir. Sí, muchos están solos contra su voluntad porque el miedo les impide dar ese primer paso; sin embargo, a mí los que realmente me conmueven son los que están solos porque les da miedo no estarlo: los que se queman asomándose al infierno que son los otros, los que aún no han podido comprender que lo mejor de uno mismo son las personas que quieres.
2 comentarios:
Concisa, aguda y sabia esta reflexión contundente; no se imagina lo conmovedor que podría resultarle si tuviera el infortunio de conocerme.
Mientras uno/as huyen del contacto, otros esperan con avidez la aparición de reencuentros. A veces, somos como las traviesas de la vías de un tren, unida a ambos raíles, el nexo que aboga por sacar del refugio interno al "eremita" con vocación de anacoreta, que se cela de estar sujeto a la vida social, en la que sin ambos, el tren de la vida descarrilaría y del que va dejando la neblina del recuerdo a su paso, desdibujando lo aprendido pero con vocación del buen poso de vino.
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