“Mi pequeño mundo se ensanchaba y las
fotografías de vacaciones contribuyeron a ese fin.”
Cartier Bresson
No puedes pretender la cuadratura
del círculo y que tras recorrer más de 20.000 Km. en el aire (más de veinte interminables horas metida en un avión) y 3.000 Km. por
carretera entre ida, circuito y vuelta, no tengas que lidiar con un cansancio
sideral potenciado por un yet lag atroz. Como decía mi padre: la vida del
turista es muy dura, más no importa, viajar es una pasión, conocer la Costa
Oeste de Estados Unidos un privilegio.
Los Ángeles (LA), ciudad fundada
por españoles con poco premonitorio nombre de Pueblo de, Ntra. Sra.
Reina de los Ángeles, era lugar ineludible en la ruta por la Costa Oeste americana y punto de llegada y partida de los vuelos
con España, pero no era una ciudad que deseara conocer, por lo que el espacio que le voy a dedicar será breve. LA es sencillamente tremenda, cabría decir que mastodóntica
(con una extensión 1.500 Km2 y un perímetro de más de 500 Km. es la segunda
ciudad más grande de los EE.UU), diseminada, con muchos entornos distintos (las
colinas, el valle, la playa) pero sin zonas “céntricas”, sin vida, si
exceptuamos una pequeña zona de rascacielos: el Downtown. Debido a su
inmensidad, LA me pareció un barrio gigantesco y me preguntaba, vale ¿y ahora, dónde queda la ciudad?; una ciudad inhabitable según el concepto urbano de la vieja Europa, anónima, anodina, impersonal; no vi más que una multitud de casas, innumerables barrios e inmensas avenidas en las que el tráfico es un infierno y
donde la gente (que no sabe lo que es pasear) coge el coche hasta para ir al
servicio. No me pareció que hubiese lugares demasiado interesantes, a excepción de los
museos, algunos rascacielos imponentes, las palmeras y la playa de Santa Mónica (de la que hablaré en otro momento). En la
gran metrópoli todo gira en torno al cine y a la televisión: actores, anuncios,
lugares e historias, que –para mi gusto- no superan el plano de la anécdota,
acaso porque soy poco mitómana. Las distancias (mi hotel en el céntrico Downtown
quedaba a 19 Km .
del céntrico Hollywood Boulevard) aconsejaban conocerla en el autobús –turístico-
que también te acerca a la playa de Santa Mónica: Aquí estudió el actor fulano,
en este hotel se conocieron el director de cine mengano y el actor zutano e
hicieron la película perengana (el Hotel Four Season, el director: Quentin
Tarantino, el actor: John Travolta, la película: Pulp Fiction) en este Hotel
vivió Marylin Monroe y en aquella casa la encontraron muerta, a este lado está
la tienda de diseñadora tal, hija del Beattle cual, al otro lado el
restaurante donde se comió una hamburguesa Brad Pitt, en aquél club tocaban The
Doors cuando no eran conocidos, allá, el Ayuntamiento, les sonará si vieron la
película de Spiderman, aquí están los estudios de la tal, más allá los de cual, en frente la comisaría de policía
d Beverly Hills, allí las famosas letras blancas de Hollywood que en principio
fueron el anuncio de una urbanización, y bla bla bla… Así todo.
A esta foto la llamo Red Room, es
el pasillo del Hotel de LA en el que me alojé, se llama Millenium (en su
interior se rodaron Vertigo, New York,
New York, King Kong, Los cazafantasmas, El guardaespaldas, Independence day,
etc) pero a mí ese pasillo me recordaba la terrorífica película “El
resplandor”,… en cualquier momento podrían aparecer las gemelas.
Si vas a los Ángeles, es obligado
visitar la explanada del Teatro Chino Grasman, una espectacular sala de cine
donde se celebran fastuosos estrenos y todo un icono de Hollywood desde que fue inaugurada en los años veinte. Cuentan que una actriz, de cuyo nombre no puedo acordarme
ahora, durante un estreno tuvo la feliz metedura de pata (literal) de pisar el
cemento fresco que había a la entrada del teatro (es tontería preguntarse por
qué había cemento fresco, jeje) lo que proporcionó la idea a su dueño de que los grandes astros de Hollywood plasmaran sus huellas en la
explanada, convirtiendo el lugar en un foco de atracción de turistas y amantes
del cine. Junto al Chino, está el teatro Dolby (antes llamado Kodac), en el que
se entregan los Oscar de la Academia, y justo delante, en Hollywood
Boulevard, se encuentra el Paseo de la Fama de Hollywood, las losas están
sembradas de estrellas de famosos, lo que explica que Donald Trump también tenga
la suya (no por ser el presidente, claro) sino por algún tema relacionado con
su contribución a la televisión.
Esta imagen me devuelve el
recuerdo del momento en el que comprobé, con sorpresa y alegría que Meryl
Streep y yo tenemos las manos idénticas (en tamaño) así como los pies (me
descalcé y los puse sobre su huella, calza un 40, jajaja, tampoco ella es
Cenicienta)… Algunas personas despiertan en ti la admiración, el talento de
esta mujer la despertó en mí viéndola dar vida a personajes espléndidos con portentosa
naturalidad. Sin duda es una de mis actrices favoritas de toda la historia del cine, me fascina cada vez que vuelvo a verla en una de sus películas, es como si fuera la primera vez, y confieso que también me fascina particular fisonomía y su forma de sonreír. Su delicada
mezcla de fuerza y fragilidad siempre me han hecho sentir una cierta conexión con ella que me resulta difícil de precisar, incluso me decían que teníamos un cierto aire o parecido.
Tuve la osadía de medirme con mi
estrella favorita, y fue un gustazo comprobar que sí, que tenían razón, que nos parecemos: ¡En las palmas de las manos y las plantas de los pies!
2 comentarios:
Lobezno, ¿has visto cómo se anuncia en LA la próxima serie de Sheldon Cooper? he subido esa foto por ti, jeje
Beso
Jajajajajajajaja.
Beso.
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