Otra vez verano, pronto (en
septiembre) la emoción de hacer la maleta y salir de casa a buscar ese lugar,
ese horizonte, ese cielo, esa luz distinta, esos pájaros, sobre todo esos
pájaros (creo que Costa Rica es el lugar con más especies); llegar a un lugar
en el que te va a gustar sentirte extraña, creer que todo es tuyo: el tiempo, el
mundo…
Es un lunes por la noche de julio,
leo poemas. La receta para escribir un poema es sencilla: el corazón carga
munición, el cerebro lo depura y ahí está. Sin embargo, pocas cosas me parecen
más difíciles que escribir una buena poesía. Esta que transcribo a continuación
me abruma por su sencillez. No cuenta nada nuevo; sin embargo, la forma de
contarlo, hace que sea especial y nos deje ese regusto que tiene el infinito
poder del amor.
Vamos a suponer que digo verano,
escribo la palabra colibrí,
la meto en un sobre
y la llevo colina
abajo
hasta el buzón. Cuando
abras
la carta te acordarás
de aquellos días y lo
mucho
lo muchísimo que te
quiero
Ésta sería mi versión:
Vamos a suponer que digo verano
escribo la palabra gorrión…
1 comentario:
La receta es explícita y acertada; supongo que con tesón, vocabulario y tablas, uno puede ser poeta profesional, esto es, escribir a voluntad. No es mi caso, si bien cada tanto expulso una poesía. Me invade (a veces insistente) una poesía y me pongo a escribirla por temor a dejar pasar el tiempo y no sea capaz de tecordar su esencia. Traicionar a las musas es feo detalle. Ellas han tenido la gentileza de visitarnos y acelerar el pulso de nuestra alma dormida; ¿ a qué viene pues la descortesía de no echarlas a vola?
¡Uy, que acaba de entrar una!... ¡fuera bicho!:
Deja que la niña pene
todas sus penas de amor,
porque pa' lo que la niña tiene,
¡cuanto más pene, mejor!
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