Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

22 julio 2016

Siddhartha por un día




Sabes que siempre ocurre lo mismo. El primer día de playa, el primer paseo por la orilla del mar y te aventuras por los pasadizos de tu pensamiento en busca de ese santo grial que es la evasión. Inicias el paseo pesando que el mar y el rumor de las olas te van facilitar el acceso a la forma más trascendental de meditación: la mente en blanco. Lo anhelas, necesitas dejar de pensar y lo vas a conseguir: vas a volverte bradipsíquica, tu encefalograma se va a ralentizar y finalmente te vas a sumergir, sin reservas, en un estado de anestésica idiotez.


Los mejores deseos son aquellos que nunca se cumplen. Y me temo que este es un deseo de los buenos. Cuando has recorrido unos pocos metros de playa, te das cuenta de que estás más cerca de los astros que de mostrar una mirada indiferente y abstraída ¿Quién podría aislarse ante tal cantidad de grasa, tripas, flacideces, michelines, mollas, cartucheras, celulitis? ¿Quién podría aspirar a ser Siddhartha en ese oasis de desinhibición visual? Pese a todo te sientes frívola y optimista (más lo primero que lo segundo) y te haces un favor pensando: “bueno, después de todo, no estoy tan mal”.



Continúas el paseo y ni siquiera tratas de enmascarar una sonrisa malévola cuando observas a un ejemplar oriundo de villa-gimnasio, mostrando el resultado de muchas horas de esfuerzo, tenacidad, y constancia dedicadas al trabajo de la fibra muscular. Pertenece a esa estirpe de exhibicionistas que cuando se cruzan con una persona atractiva no la miran, sólo miran si ella lo está mirando. Súbditos del rey Espejo. Le diriges una mirada impúdica, a sabiendas que no hacerlo supondría una afrenta para su ego, pero no contiene un ápice de admiración o deseo –en contra de lo que él supone-. Nunca he pensado que el diámetro pectoral correlacione negativamente con el número de neuronas, pero me da en la nariz que el efebo que tengo delante no es Dostoievski.



Prosigues tu antes paseo ahora vía crucis. Observas esbeltos cuerpos de mujeres aunque, todo hay que decirlo, escasos y en su mayoría adolescentes. Pero indefectiblemente, vuelves a fijarte en las flacideces y más que nada en las obesidades que se cruzan por doquier y piensas: “¡Dios, espero que ese no sea mi futuro!”. Sigues caminando mientras intentas ahuyentar estas elucubraciones tan terroríficas. Ahora te percatas que en la playa el monopolio –hoy por hoy indiscutible- de la grasa se ve seriamente amenazado por una joven rival: la silicona. Inconfundible su presencia en aquéllas que toman el sol acostadas con los pechos inmóviles, como embudos de acero, sin desparramarse ni un milímetro, mostrando un busto que ha perdido la delicada textura de los flanes y ahora desafía enhiesto la ley de la gravedad.



Ha llegado ese momento en que sólo aciertas a ver cuerpos y no seres humanos y las diferentes formas de terrorismo estético que los segundos practican con los primeros. A lo lejos se ve venir a una mujer de unos 150 Kg. de peso, sus pechos parecen dos boyas colosales y ha tenido la feliz idea de realzarlos con un biquini fucsia con un estampado que imita la piel del Leopardo. Me encanta la gente que no muestra complejos (aunque eso no quiere decir que no los tenga). Ella no aparenta tenerlos y se exhibe como auténtica apología de la impudicia, preguntándonos a todos a través de su apariencia: ¿Y qué…? Ella es ella y su circunstancia (un biquini fucsia). Y yo la admiro por ello.


La micro-odisea playera ha finalizado. Te despides del mar quien creías musa de tus divagaciones y resulta que no lo has mirado ningún instante. Te das cuenta que, pese a todo, tu periplo por la evasión y el nirvana no ha resultado en vano, pues en ti acaba de germinar una certeza devastadora, inexcusable: ¡Esta noche cenaré fruta!






Me gusta esta playa, tiene nombre de poeta, pero me gusta ahora y no dentro de unos días, cuando ruja la marabunta de agosto, y que, el día uno, convertirá tu vuelta al lugar de trabajo en una isla deliciosa. Me gusta más que nunca la brisa del mar que inhalo como si me faltase el aire, impelida por la necesidad de respirar, jejeje (detalle que sé que resulta apasionante). 

Como si hubiese realizado un viaje al pasado, compruebo que la vida es ese río ,del que habla Siddhartha, en un constante cambio pero siendo siempre el mismo, porque el tiempo no existe. La entrada que inicia este post la escribí hace cinco o seis años (Lobezno seguro que la recordaría); siempre el mismo primer paseo del primer día de playa, que cambia pero siempre es igual. Bueno, este año hubo alguna novedad digna de mención si bien ninguna puede superar la imagen de una señora entrada en años, dispuesta a darse un chapuzón con un elegante bañador negro y ¡un collar de perlas! a juego con los pendientes también de perlas! Pura hipnosis.

Se agradece, sin embargo, esa liberadora sensación que te embarga mientras paseas por la playa observando a sus moradores y hace que te olvidas de que existen unos políticos que no entienden algo tan simple como que la gente no les ha votado a ellos; ha votado en contra de las mayorías, del bipartidismo, de la acumulación de poder, de la partidocracia, de los rodillos. También te olvidas de los atentados, de las purgas políticas en Turquía, de la interminable página de sucesos. Dejas volar la imaginación y empiezas a pensar en el aspecto que debió tener esta playa hace cientos de años, me imagino a mi misma transitando por esos caminos milenarios como una cromañón, jajaja. 

Estás de vacaciones, tienes miedo a acostumbrarse a ese extraño estado delicuescente y perezoso, cuando ya te has acostumbrado. Decía Voltaire que “El que vive prudentemente, vive tristemente”, debes meditar por qué este año has cometido la imprudencia de comprarte un biquini fucsia, y debes dejarte sacudir, imprudentemente, por esas olas que salpican nuestras vidas de la felicidad de sentirse vivo y por esa música que, inevitablemente escuchas con especial emoción. 





5 comentarios:

lobezno dijo...

Jajajajajajaja.
Lobezno la recuerda.
Beso.

Luilly dijo...


La vi y me enamoré..
¿Así, de golpe??
No, primero la estuve mirando diez minutos.
Y ella??
Ella,ella me dijo: ¿Es que nunca has visto a una mujer??
Cómo te llamas?
Beatrice Russo

Me gustas, me gustas cuando callas,
porque parece que estás ausente
Desnuda eres tan simple como una de tus manos,
Lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente,
Tienes líneas de luna, caminos de manzana,
Desnuda eres delgada como el trigo desnudo

Así se acordará de mí y de Italia
Cuando usted se fue , pensé que se había llevado todas las cosas bellas tras de sí
pero ahora, lo sé... ahora he entendido que me ha dejado algo...

Preciosa la película, buen gusto.

gorrioncito dijo...

Por alusiones,
Lobezno, cómo pasan los años, eh! Siempre serán buenos recuerdos

gorrioncito dijo...

Luilly,
Te doy las gracias por alabar mi buen gusto, jeje
A veces sé escoger buenas películas, casi siempre por intuición (no dejando que la razón impere sobre el corazón)

Luilly dijo...

Por aluisiones (jajaja), nunca dudé de su buen gusto, es más, diría que no me sorprende esa elección, tan heterogénea, delicada, sensible y a la vez clásica.
La razón recomienda suelas de plomo, para que elevación y evasión no se haga a mucha altura, aunque yo prefiero el optimismo de Russell en UP(buena peli), mientras miles de globos de colores lo trasladan a él y al señor Fredrichsen a otros mundos de fantasía.
Mi nombre es Russel y soy un guía explorador de la Tribu 54, guarida 12. ¿necesita que le brinde ayuda en algo Señor?