Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

12 abril 2016

Mirar más allá


Cabellut. Lita Cabellut es la pintora española más cotizada del mundo, según leo en el XLSemanal. Podría hacer un chiste con doble sentido contando que es una artista de raza, porque es gitana, pero me temo que ya lo he hecho y deduzco que tiene (raza); vive en un barrio conflictivo de Amsterdam y se encara con los camellos de su barrio: “Soy de la calle...al que venda drogas a un niño, lo mato” 
Esta mujer sólo pinta retratos y es chocante que alguien con tanto oficio diga que: “los colores se me volvieron anarquistas. Ya no tengo control sobre ellos. Hemos llegado a un acuerdo: vosotros hacéis lo que quiero decir”. Pero lo que me asombra de la entrevista es que cuente: “A veces sueño con un cuadro, me levanto y corro al estudio…”. Salvando las distancias entre una artista y una persona a la que le apasiona el arte, he encontrado en ello un paralelismo, o mejor diría: algo que me resulta familiar. A mí me ha pasado algo similar: una escena por la que me siento fuertemente atraída, se me queda grabada, sueño con ella y me levanto de la cama buscando la manera de no olvidarla... Me pasó y me obsesioné, como resultaba imposible pintarla yo misma busqué a un artista que lo hiciese con precisión. Finalmente, conseguí convencer a un dibujante de cómics. Mi descripción quedaría incompleta si no digo que desde entonces esa pintura me acompaña en un lugar preferente del salón de mi casa.


Se trata de una escena cinematográfica y por tanto hay una fuerte relación con la fotografía. El realismo y la intimidad de la escena, extrañamente atractiva para mí, resulta de una luz simple y sencilla en medio de la oscuridad; de la sobriedad de los colores, sin protagonismo, sin artificio; del contraste de grises, amarillos, ocres y el predominio del negro, que representa la nada; y una figura inmóvil, en un ambiente pasivo y tranquilo, replegada en sí misma, sobrecogida y absorta, mostrando la humanidad del personaje. Es Tony Soprano, la mano apoyada en la rodilla revelando la fragilidad del hombre implacable. Sólo hay silencio. Afuera está lloviendo y él espera, acompañando a la imponente figura de su caballo enfermo, que se ponga bien. Lo encantador de la presencia de la minúscula cabra, es el contrapunto que siempre me arranca una silenciosa sonrisa. La principal y no extinta cualidad del cuadro ralla en la quietud que desprende; como la pátina del tiempo en todo lo que fue sin remedio, la gloria que luego el mundo y la realidad se encarga de aplastar hasta quedar inserto y recluido en ti. Acaso no es más que la mera verdad perseguida de cada uno. Acaso la soledad es la única forma posible de resguardarse de todo.

Por eso, recorridas las bahías que me ha tocado trasponer en la vida, a veces me siento así: suspendida en un momento solitario pero feliz. Un momento que sólo se puede disfrutar en soledad.






3 comentarios:

gorrioncito dijo...

Me disculpo por la fotografía, prometo subir una fotografía en condiciones, que será cuando consiga hacerla sin los reflejos del cristal. De momento me ha sido imposible.

Abel Granda dijo...

Mientras no pueda hacerle la foto al cuadro, intentaré al menos que la imagen sea perpendicular al observador.
Le cuento un truco: con una pieza de tela oscura (con un agujero en el centro por el que asomar la cámara), haga una pantalla para evitar reflejos; puede ser con un marco vacío que alguien sujete mientras toma la fotografía.
En cualquier caso, yo no veo los reflejos y la foto está bien; como le dije al comienzo, el único detalle a mejorar es poner la cámara recta para que no haya fugas en las líneas del marco.
Buscaré en Google imágenes de la obra de Lita Cabellut.
Hay momentos en que un particular bienestar, hace que cualquier imagen, sonido o sensación, realce los contenidos de la percepción; puede ser en soledad o compañía, pero se da más en el primero de los casos. Recuerdo una madrugada, medio piripi en un taxi, escuché una canción que me parecía celestial; años después, volví a oírla en circunstancias absolutamente cotidianas, y me llevé una desilusión. Era muy cutre, mas en aquel lejano momento, hizo que yo sintiera que era incluso hasta feliz.
Estar a solas abre todos los canales que llevan al centro de nosotros, sin centinelas pendientes de nada; es entonces cuando tienen vía libre, las delicias y los monstruos.

gorrioncito dijo...


Gracias, mucho mejor ahora!