Estamos completamente aborregados,
aquí nunca pasa nada, y cuando pasa, alguien se permite hacer una abstrusa
comparación con el “nazismo” y quedarse más a gusto que un percebe, cual presidente
de gobierno al que la única destreza que se le conoce consiste en aguantar agarrado
a la roca con sus mentiras a ultranza, y no soltarse pase lo que pase.
Por mi trabajo, –por desgracia- estoy
cerca de algunos mequetrefes, perdón no sé en qué estaría pensando, quería
decir políticos de turno. En lo que les observo de cerca y constato, sólo puedo
decir en su descargo que viven otra realidad, la suya, una realidad paralela,
es decir, que no se enteran ni lo pretenden. De cómo administran, mejor no
hablar. Desde su pequeña atalaya de poder se sienten importantes y algo peor; son
infalibles; pequeños reyezuelos (por no decir tiranos) omniscientes que tratan
a funcionarios y ciudadanos como si fuésemos sus súbditos. Jamás piensan que al
día siguiente de dejar sus cargos pasarán de ser alguien a no ser nada. La
jodida nada.
Los políticos no pueden pretender
que hacer lo que están haciendo no tenga consecuencias. En medio del desastre
más absoluto, el escrache, como escenificación la tragedia colectiva y el drama
personal; el hacerse escuchar por quienes no se han enterado que están donde
están para servir a sociedad no para andar por ahí buscando satisfacciones
propias y arrastrando a los demás en su consecución, no deja de ser algo casi anecdótico
en relación con la corrupción generalizada o con la situación laboral del país.
Los políticos menos que nadie pueden intentar hacer de este tema lo indignante…
¡Lo indignante es lo que lo provoca, que haya seis millones de parados!
Se está desmantelando la Sanidad,
pero eso no es lo que importa, lo que importa es que les peguen tres gritos a
unos políticos. He visto a un cardiólogo que trató a mi padre tirando huevos a
la casa de un político; eso demuestra que no son tres perroflautas
los que van a quejarse.
Los políticos no quieren
abandonar sus privilegios, por eso no escuchan. Es como el viejo chiste:
¿Usted se acostaría conmigo por cien
millones de euros?
-Por supuesto, responde la
señora.
-¿Y por diez euros?
-¿Qué se cree, que soy una
prostituta?
- Eso ha quedado claro, ahora
sólo estamos negociando el precio.