“En primera instancia somos un desatino, y en última instancia un
disparate. No sé quién se habrá ocupado de crearnos, tan indefensos, tan soberbios,
tan inauditos, tan curiosos…
Sin embargo y con embargo, somos un misterio que está siempre al borde del
abismo…
Somos un disparate porque asi y todo buceamos en la fe, buscamos el cielo
cuando la lluvia lo desaparece y abrimos los brazos cuando las catástrofes nos
cercan.
Somos un disparate porque elegimos el crepúsculo desde la terraza y nos metemos en la noche sin ninguna exigencia.
Aquí y allá enfrentamos paradojas, inventamos palabras de locura, paréntesis de ansiedad.
Somos un disparate porque elegimos el crepúsculo desde la terraza y nos metemos en la noche sin ninguna exigencia.
Aquí y allá enfrentamos paradojas, inventamos palabras de locura, paréntesis de ansiedad.
Y así andamos, descalzos por las piedras, sin que el alrededor nos haga
mella.
Y mientras tanto, el mundo mudo nos contempla y el corazón nos sigue.
¡Que disparate!” (Mario Benedetti)
¡Que disparate!” (Mario Benedetti)
Me he vuelto a poner la gabardina (no la de la vida, que eso siempre me
ha sido imposible). Salir a la calle, aunque haya poca gente, y mejor ninguna,
ya es una aventura a la que hay que abrir los ojos por lo que pueda pasar, por
ejemplo que se te eche el cielo encima. Un cielo que se ha llenado de nubes
negras. Un cielo sin pájaros. Los gorriones son maravillosos, y seres mucho más
educados y exquisitos que la mayoría de la gente que conozco.
He visto “Bird” la película que hizo Clint Eastwood sobre Charlie Parker ¡Es
fantástica! Cuando el forense vio el cadáver de Parker se creía que se trataba
de un hombre de unos sesenta años, cuando en realidad tenía 34… Me emociona la
anécdota de que el día después de morir Charlie Parker, Nueva York amaneció con
un montón de pintadas en diferentes lugares que decían “Bird lives!”. Sí, el
Pájaro vive.
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