Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

03 noviembre 2012

María Blanchard




Su notable falta de belleza la hizo observar el mundo con amargura pero con resignación, evidencia que transpira su pintura. Quizás por eso (con excepción de su retrato) no me gustan demasiado sus cuadros, lo que me lleva a pensar en mi falta de pretensiones para entender el Arte.
Ante una obra no quiero tener que ponerme a elucubrar, a pensar si me gusta o no me gusta, ni adentrarme en el terreno de las conjeturas. Me tiene que emocionar y provocarme la inequívoca sensación de estar ante algo que despierta una emoción. Preguntarme y no mentirme. El sentimiento de satisfacción, el flechazo inmediato. 

 
La lucha de María Blanchard fue dura, áspera, pinchosa, como rama de encina, y sin embargo no fue nunca una resentida, sino todo lo contrario, dulce, piadosa, y virgen.
Aguantaba la lluvia de risa que causaba, sin querer, su cuerpo de bufón de ópera, y la risa que causaban sus primeras exposiciones, con la misma serenidad que aquel otro gran pintor, Barradas, muerto y ángel, a quien la gente rompía sus cuadros y él contestaba con un silencio recóndito de trébol o de criatura perseguida.
Aguantaba a sus amigos con capacidad de enfermera, al ruso que hablaba de coches de oro, o contaba esmeraldas sobre la nieve, o al gigantón Diego Rivera que creía que las personas y las cosas eran arañas que venían a comerlo, y arrojaba sus botas contra las bombillas y quebraba todos los días el espejo del lavabo.
Aguantaba a los demás y permanecía sola, sin comunicación humana, tan sola, que tuvo que buscar su patria invisible, donde corrieran sus heridas mezcladas con todo el mundo estilizado del dolor.


(Federico García Lorca)
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi sincero amor por esta mujer es incompatible con la vida occidental actual. Mi mujer comparte este amor y esta devoción por la inteligencia y el talento de esta dama. Espero que se reconozca su obra tanto como esta maravillosa persona se merecía.

gorrioncito dijo...

Comprendo su amor por esta dama. Más allá de su obra, me cautivó su personalidad, su bondad e inteligencia.
Un día vi casualmente su autorretrato y me atrapó desde el primer momento. Eso hizo que me interesase en conocer su vida y sólo entonces pude comprender que lo que había visto y me había fascinado de su retrato era la perfección de un alma hermosa y toda una forma de entender la vida.